"Nada más político que el amor", me dijo el espíritu

Conduciendo en el camino entre Carbondale y DeSoto al sur de Illinois tuve una conexión amorosa con el espíritu. Al respirar profundo y hacer consciencia del etorno recibí un toque tierno y suave de amor, pero con un mensaje profundo y claro como el fuego, como la llama encendida.

Estaba recibiendo un favor de una persona que he llamado amigo, pero que representa para mí la insensatez de la derecha política, del cristianismo en el ejercicio colonizador del poder. Incoherencia que dedica horas y días sirviendo a los pobres, pero acepta los cambios politicos que quitan el pan de la boca, los recursos de los programas donde aplica su filantropía semanal. 

Su inclinación política, significa para mí poca empatía hacia las masas pobres, porque desde el discurso político se les llama así "pobres", y se ubican en el mapa mental por ahí en algún territorio borroso del país, pero cuesta bajarlos del dicurso a piso firme, cuesta verlos ahí a tu lado, reconocer que tienen nombre propio, sonrisas genuinas. 

Al ver a mi amigo y compartir un caluroso saludo me fue supremamente fácil quitarle el atuendo de opositor y enemigo de la justicia, porque vi también en él la sonrisa genuina, igual que la de mi familia, la de mis paisanas, la de mi gente. Fue fácil dejar de resistir a la confrontación, y limpiar mi corazón de cualquier rencor, lo vestí de humano, le amé.

Fue en ese momento cuando el espíritu me habló del amor como acción política. Quien pensaría que también se mete en política. Nos han hecho creer que es un tema vano y vacío, pero la política y la politiquería como le queremos llamar para restarle relevancia es nada más y nada menos que la ventana colectiva de los corazones, el libro abierto de nuestra capacidad o incapacidad de cuidar, de amar, de hacer justicia. Y al final, toda ley nace corazón, se filtra en la moral social, se tramita en la palabra, en el discurso público, y se consolida en el acuerdo colectivo.

Entonces ahí es fácil entender que cuando la política no considera amar es porque estamos al borde de la penunmbra. Sociedad que no aplica amor en sus decisiones colectivas, en su moral ciudadana muestra síntomas de enfermedad mortal.  

Es el amor, el que viene como acto humano de humildad. Como instinto animal de protección, como evidencia de sabiduría, de sapiensa, de evolución. 

Libros de ciencia, estrategias sociales sin amor son letras vacías, errores de cálculo, tiempo perdido. Sin amor como práctica colectiva, sin amor en el discurso público seguiremos condenados a la muerte, el hambre, la guerra y la destrucción.  

La falta de amor mata porque enferma. El individuo como ser vacío de amor, se sacia de rencor, odio, y soledad. Malos tragos para el alma, que resulta en seres enfermos sin miel, sin dulzura en la mirada. 

En posicología se procura fortalecer el amor para sanar el dolor del individuo, el perdón y el desapego para sanar la enfermedad mental, para recuperar la sensación de bienestar. 

En qué momento separamos al individuo de la sociedad? Si lo que funciona para el ser se escala a la colectividad, veremos que el amor es sin duda una fórmula para el bienestar social. El amor es profundamente sanador, limpia el cuerpo de enfermedades, y da fuerza al espíritu.

El Amor es un acto político. Quien ama en público resiste al orden actual, pero es consciente del espíritu. 

                                                                        Por, Tatiana Castillo

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