Cuando la edad adulta llega la gente se vuelve bohemia,
Por alguna razón nos gusta ver el pasado y añorar las cosas de antaño,
Un sentimiento profundo de gratitud y recuerdo nos inunda
Y empezamos a contar con esperanza el olor de nuestra infancia.
En mi caso la edad también cobró su tirada
Empiezo a recordar lo que mi infancia inundaba
Y recorriendo un poco el lugar de mis juegos
Quiero contarles algunos de mis privilegios.
Cada mañana mi ventana tenía ritmo y olor,
aunque los vientos del sur occidente llegaban a la puerta,
el Molino de Café de la esquina brindaba siempre un aroma de abrigo al día.
Mientras el sonido de la ciudad cobraba vida con el tráfico
en la calle de mi antaño el sonido del día era serio y romántico;
los pitos y aceleradores se opacaban por los bellos sonidos de instrumentos de viento
la Banda Sinfónica Departamental ensayaba sus versos y nos deleitaba con su estilo clásico y el son sureño.
Despertar cada día con delicioso olor a café y sonidos de concierto
era sin duda en la ciudad un hermoso privilegio.
Es la textura del recuerdo, el sonido y olor de mi infancia
Entornos que traen paz y descanso para el alma.
Ahora, a donde quiera que voy, y para brindar a mi alma descanso,
me preparo un ambiente bohemio y un espacio adecuado;
degustar un café cargado y escuchar jazz o piano
es para mi el ambiente más preciso y relajado,
es paz para mi mente y vida para mis sueños,
es el olor de mi infancia y el sonido de mis recuerdos.
Por, Tatiana Castillo
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